martes, febrero 21, 2006





D E B A T A M O S

Pena de muerte.

Privación de la vida del condenado por la comisión de un delito grave que la ley sanciona con dicha pena. Es denominada asimismo pena capital.
Escritores y filósofos del siglo XVIII como Montesquieu, Voltaire o Cesare Beccaria abogaron por importantes reformas en los sistemas penales, que fueron llevando poco a poco desde la limitación de los delitos castigados con la pena capital hasta su completa abolición en muchas legislaciones. En la actualidad muchos países admiten la pena de muerte sólo en casos excepcionales como en tiempo de guerra y en situaciones de extrema gravedad. En Estados Unidos existe esta pena en algunos estados. Después de que una sentencia del Tribunal Supremo se pronunciara en contra de la misma, aduciendo su inconstitucionalidad, otra sostuvo en cambio su adecuación a la Constitución de Estados Unidos. En España la pena de muerte fue abolida por la Constitución de 1978.
Los defensores de la pena capital alegan en su favor un carácter ejemplarizante que, según su interpretación, no se alcanza con las penas privativas de libertad. Los que se oponen a la aplicación de la pena de muerte aducen todo lo contrario, y añaden como argumento la posibilidad de error judicial, que siempre sería imposible de remediar, así como la indefensión de aquellos reos que, al no tener recursos económicos, tampoco podrían pagar una defensa eficaz en el juicio. Son sobre todo las consideraciones de orden ético y hasta religioso las que más pesan a la hora de abogar por la abolición de esta pena, al considerar el derecho a la vida como algo incuestionable.






D E B A T A M O S







LA LIBERTAD Y SUS LÍMITES

Como es lógico, el reconocimiento de una libertad ilimitada haría imposible la convivencia humana, por lo que son necesarias e inevitables las restricciones a la libertad individual. La libertad se define como el derecho de la persona a actuar sin restricciones siempre que sus actos no interfieran con los derechos equivalentes de otras personas.
La naturaleza y extensión de las restricciones a la libertad, así como los medios para procurarlas, han creado importantes problemas a los filósofos y juristas de todos los tiempos. Casi todas las soluciones han pasado por el reconocimiento tradicional de la necesidad de que exista un gobierno, en cuanto grupo de personas investidas de autoridad para imponer las restricciones que se consideren necesarias. Más reciente es la tendencia que ha subrayado la conveniencia de definir legalmente la naturaleza de las limitaciones y su extensión. El anarquismo representa la excepción a todo esto, al considerar que los gobiernos son perversos por su propia naturaleza, y sostener que es preferible su sustitución por una sociedad ideal donde cada individuo observe los elementales principios éticos.
El equilibrio perfecto entre el derecho del individuo a actuar sin interferencias ajenas y la necesidad de la comunidad a restringir la libertad ha sido buscado en todas las épocas, sin que se haya logrado alcanzar una solución ideal al problema. Las restricciones son en no pocas ocasiones opresivas. La historia demuestra que las sociedades han conocido situaciones de anarquía junto a periodos de despotismo en los que la libertad era algo inexistente o reservado a grupos privilegiados.




En la antigüedad, la esclavitud fue considerada como una institución necesaria para la sociedad. En la edad media, la más importante demostración de cómo los grupos organizados de personas se encontraban en disposición de exigir determinados privilegios a los poderosos fue la Carta Magna, impuesta en el siglo XIII al rey Juan Sin Tierra de Inglaterra por un grupo de barones ingleses. El documento tiene gran significado en la historia de las libertades de los pueblos. Cuando la época medieval tocaba su fin, el renacimiento planteó el problema de la libertad intelectual y de conciencia, con constantes desafíos a los dogmas de la Iglesia católica. La Reforma protestante trajo ideas bastante diferentes acerca de la consideración de estas libertades.
Las grandes revoluciones contribuyeron a definir la libertad individual y a asegurar su implantación. En el siglo XVII, la Revolución Gloriosa supuso la culminación de cientos de años de intentos por imponer restricciones a los monarcas absolutos ingleses. El Bill of Rights, aprobado en el Parlamento en 1689, trajo consigo el establecimiento de un gobierno representativo en Inglaterra.
La guerra de la Independencia estadounidense (1775-1783) combinó los problemas de la libertad individual con los de la libertad nacional, propios de la creación de un nuevo Estado. La Declaración de Independencia proclamó la libertad frente a Inglaterra, y la Constitución de Estados Unidos, cuyas diez primeras enmiendas, siguiendo el modelo del Bill of Rights, contienen la enumeración de los derechos civiles, supuso el primer eslabón en la cadena de las sucesivas constituciones nacionales.
La Revolución Francesa de 1789 destruyó el sistema feudal en Francia y estableció el sistema del gobierno representativo. La Ilustración, fuente intelectual de la Revolución Francesa, definió la libertad como un derecho natural del hombre a actuar sin interferencias de ninguna clase, al tiempo que estableció la necesidad de limitaciones a la libertad para con ello procurar la existencia de una organización social propia. Enterrada la teoría del origen divino del poder real, las nuevas teorías ponían el fundamento del poder en el pueblo, y destacaban que la tiranía comienza cuando, ignorando esa procedencia, se violan los derechos individuales. En la Revolución Francesa se encuentra el origen ideológico de la Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano, que sirvió como modelo para la mayoría de las declaraciones sobre la libertad adoptadas por los Estados europeos del siglo XIX.
En Latinoamérica, los principios liberales que rigieron las luchas por la emancipación durante las dos primeras décadas del siglo XIX estuvieron enmarcadas también en los ideales de libertad, personal y de comercio, que dieron origen a la Revolución Francesa.
Diverso concepto de libertad fue el sustentado en la Revolución Rusa de 1917. El Estado resultante (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), de acuerdo con la ideología marxista en la que se basó su Constitución, mantuvo que todo reconocimiento de la libertad individual favorecía al individuo concreto, pero siempre en perjuicio de la mayoría de la población. La verdadera libertad era posible sólo por medio de la eliminación de la clase explotadora. El éxito de la revolución consistió en el anuncio de una nueva era de la libertad del hombre. Pero el gobierno de tipo dictatorial y opresor de Iósiv Stalin envileció el intento soviético de socialismo definitivamente.


PROBLEMAS MODERNOS
Desde que tuvieron lugar las revoluciones aludidas, el principal problema en relación con la libertad nacional se ha desarrollado en paralelo con las ansias de soberanía e independencia de pequeños países y colonias. A ello deben añadirse los problemas de las minorías raciales, siempre dispuestas a ganar autonomía interior en relación con el Estado.
Respecto a la libertad individual en su estado actual, el problema ha consistido en la protección y extensión de los derechos civiles, como son la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad religiosa, de reunión, de cátedra, de manifestación y otras, o lo que es lo mismo, en la búsqueda del punto en el que termina la libertad de una persona y comienza la de los demás. Así, la libertad de información o de expresión no puede ejercitarse sin límites, pues un ejercicio abusivo de las mismas puede vulnerar el derecho al honor o la intimidad de otra persona.
Aparte de la experiencia soviética y de sus países satélites (Polonia, Checoslovaquia, Hungría, etc.), otras amenazas a la libertad tuvieron lugar en la primera mitad del siglo XX europeo en forma de gobiernos totalitarios en Alemania, Italia y España. En estos países las libertades civiles fueron destruidas, y los derechos individuales quedaron por entero subordinados a las exigencias gubernamentales, de modo que quienes no comulgaban con esta política eran castigados (delitos de opinión, por ejemplo). La libertad se restauró al final de la II Guerra Mundial en Alemania e Italia, pero en España quedó restringida hasta la muerte de Francisco Franco en 1975. Otras dictaduras se han sucedido en numerosos países iberoamericanos, destacando los casos de Chile, Argentina, Paraguay y Panamá. En los dos primeros casos, tanto en 1973 (Chile) como en 1976 (Argentina) surgieron férreas dictaduras a cuyo fin renacieron los sistemas democráticos. El caso paraguayo es diferente, dado que, durante décadas fue gobernada por el dictador Alfredo Stroessner, el cual fue depuesto en la década de 1980. Asimismo, el caso panameño tiene matices, dado que la lucha del dirigente nacionalista Omar Torrijos por la defensa del Canal de Panamá tuvo un carácter distinto a la del general Manuel Antonio Noriega, acusado por Estados Unidos de tráfico de drogas. También en Nicaragua la dictadura de la familia Somoza acabó en una revolución que, luego de un gobierno provisional, desembocó en elecciones democráticas.
En la actualidad, junto a la libertad entendida en términos jurídico-políticos, surge, en un marco de generalización de la economía de mercado a nivel mundial, la libertad económica y de producción, exportación e importación de bienes y servicios. Estos conceptos han experimentado un gran desarrollo después de la II Guerra Mundial de la mano de instituciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de Comercio, los tratados de libre comercio como el NAFTA y el MERCOSUR o agrupaciones de Estados como la Unión Europea. Sus mayores críticas provienen del hecho de que favorecen el libre mercado para los países ricos, pero imponen el proteccionismo frente a los países pobres, sometidos a muy duras condiciones económicas, ambientales y sociales.



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