jueves, abril 27, 2006

LOS SANTOS INOCENTES
G. C. - Barcelona

EL PAÍS - 25-04-2006
El pasado 1 de abril, la revista British Medical Journal (BMJ) daba a conocer la descripción de una nueva enfermedad: el trastorno por déficit de motivación (motivational deficiency disorder o Moded). Lo que caracteriza esta nueva dolencia, identificada por científicos australianos, es una apatía irresistible y debilitante que, en casos extremos, puede ser fatal, pues llega a reducir la motivación de respirar. Esta desgana o pereza patológica podría afectar a una de cada cinco personas, según los investigadores, y su diagnóstico exige el uso conjunto de la tomografía por emisión de positrones y una escala de motivación previamente validada en atletas de élite.
La estimación del coste económico del Moded asciende, sólo en Australia, a unos 1.400 millones de euros anuales en concepto de pérdidas de productividad. Aunque este trastorno todavía no es bien conocido, los investigadores no dudan en afirmar que está infradiagnosticado e infratratado. De momento carece de tratamiento farmacológico, pero un laboratorio de biotecnología australiano disponde de una molécula, denominada indolebant, que está siendo evaluada con resultados "prometedores", según el neurólogo Leth Argos, de la Universidad de Newcastle en Australia. "Indolebant es eficaz y bien tolerado. Un joven que no podía levantarse del sofá está ahora trabajando como asesor de inversiones en Sydney", afirma Argos.
Toda esta historia del trastorno por déficit de motivación es pura invención, según aclaró dos semanas después el propio BMJ. Se trataba de una broma, la inocentada del 1 de abril (equivalente, en los países anglosajones, a nuestro 28 de diciembre). Algunos medios de comunicación se la tragaron porque era perfectamente creíble. Tan verosímil que recuerda algún caso real.

LA HIPOCRESIA DE LA INDUSTRIA FARMACEUTICA EN EXCLUSIVA PARA MIS LECTORES
NO SE ALARMEN.
ESTO NO ES NADA CON LO QUE PUEDE HABER DETRAS


La promoción de la enfermedad Además de publicitar sus medicamentos, los laboratorios promocionan los trastornos para los que están indicados
G. CASINO - Barcelona

EL PAÍS - 25-04-2006
Convertir problemas y contingencias comunes de la vida, como el envejecimiento, la timidez, la menopausia, la tristeza o la soledad, en enfermedades que pueden tratarse con fármacos es una de las argucias utilizadas por la industria farmacéutica para vender mejor sus productos. Pero no es la única. Además, algunas dolencias leves se hacen pasar por graves, se inflan las estadísticas de prevalencia (número de casos), se convierte un factor de riesgo en una enfermedad... Y todo ello, a menudo, de forma combinada, con el apoyo de médicos líderes de opinión y la utilización de los medios de comunicación, en campañas dirigidas tanto a médicos como a consumidores.
Los laboratorios farmacéuticos no se limitan a hacer publicidad de sus fármacos, sino que además promocionan las enfermedades a las que se dirigen. Este fenómeno, en pleno auge, ha sido bautizado en la literatura anglosajona como disease mongering, que podría traducirse como promoción de enfermedades.
Esta táctica "convierte en enfermos a los sanos, malgasta preciados recursos y origina dolor iatrogénico [causado por los médicos y las medicinas]", resumen el periodista Ray Moynihan y el farmacólogo David Henry, ambos de la Universidad de Newcastle (Australia), en el último número de la revista PLoS Medicine, que incluye una serie de trabajos sobre disease mongering. Los defensores de esta práctica comercial argumentan que las compañías farmacéuticas se limitan a suministrar información al consumidor y que si luego se receta o no el fármaco es un asunto que incumbe a médico y paciente.
Pero muchos médicos están preocupados porque la salud se asimila cada vez más a un bien de consumo. En ocasiones, los pacientes parecen clientes informados que buscan satisfacer una necesidad de salud creada por la industria farmacéutica, igual que la automovilística creó, por ejemplo, la necesidad de los todoterrenos.
"Se diría que, como los personajes de Pirandello que buscan autor, algunos fármacos están en busca de aplicación, y la encuentran en procesos que tienen más que ver con el simple hecho de vivir que con auténticas enfermedades", afirma el médico de familia Pablo Alonso Coello, del Centro Cochrane Iberoamericano, en Barcelona. "Existen campañas dirigidas a consumidores y a médicos que preconizan que la solución a esos problemas se encuentra en la farmacopea y no en los propios recursos de la persona".
Un asunto crucial, como indica este médico, es que las enfermedades empiezan a ser definidas por las empresas: "La construcción social y científica de la enfermedad está siendo sustituida por la construcción por parte de las corporaciones".
El experto en disease mongering Ray Moynihan, que ha codirigido este mes un primer congreso médico sobre este tema, sugiere que es necesario empezar a estudiar más a fondo el fenómeno y a desarrollar estrategias y metodologías que generen datos sobre su verdadero impacto.
Uno de los ejemplos mejor conocidos es la medicalización de la sexualidad humana y sus problemas. La historia del sildenafilo (Viagra) es la de la transformación exitosa de un medicamento en un producto de consumo: el fármaco es eficaz y seguro para tratar la impotencia, pero también puede ser utilizado por una población más amplia. Su lanzamiento comercial fue precedido de una intensa cobertura informativa sobre la disfunción eréctil, alertas sobre su enorme prevalencia, los problemas que causa a los afectados y las buenas expectativas de los tratamientos.
La posterior "creación y promoción de la disfunción sexual femenina es un caso de libro de promoción de enfermedades por parte de la industria farmacéutica y otros agentes medicalizadores, asegura Leonore Tiefer, profesora de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de Nueva York.
En la serie de artículos que se publica en PLoS Medicine se alerta de que la industria farmacéutica se está infiltrando en las escuelas (por ejemplo, informando a los profesores sobre el trastorno por déficit de atención e hiperactividad); coloniza Internet con páginas que informan al consumidor a la vez que promocionan ciertas enfermedades; crea y financia asociaciones de pacientes para que se familiaricen con sus tratamientos y los reclamen; utiliza los medios de comunicación para que la gente se sienta enferma (ejemplo: el síndrome de las piernas inquietas), y está transformando a los pacientes en consumidores, erosionando así el papel del médico como experto.
La promoción de enfermedades es un fenómeno que todavía está en fase de maduración, según Moynihan, que participará en el congreso anual de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (SemFYC), del 15 al 18 de noviembre de este año en Valencia. Y está convencido de que las cosas no cambiarán de forma apreciable hasta que los responsables políticos tomen conciencia del problema y comprendan los posibles beneficios de ponerle freno.

El tratamiento masivo de los huesos frágiles está en debate mientras crecen las ventas de fármacos
GONZALO CASINO - Barcelona

EL PAÍS - 25-04-2006
Muchas mujeres de mediana edad viven preocupadas por la osteoporosis. Médicos y medios de comunicación les han explicado muy bien la amenaza: los huesos se vuelven frágiles a partir de la menopausia y crece el riesgo de fractura. ¿Qué mujer sensata no haría algo por evitar una temible fractura de cadera? Por suerte, la medicina les ofrece consejos preventivos, fármacos y, en España, asistencia gratuita para este problema de salud. Pero, según se considere, podemos estar ante un grave problema de salud pública con millones de casos o ante la exageración de un riesgo por intereses económicos y profesionales.
La controversia empieza con la definición de osteoporosis. Todas las personas con una densidad ósea (medida con una prueba, la densitometría ósea) inferior a cierto límite son consideradas enfermas. En España, hay 2,5 millones de mujeres enfermas, además de medio millón de hombres. Pero, como el hueso pierde masa con la edad, tendrían preosteoporosis (técnicamente, una osteopenia) el 40% de las mujeres de 50 a 59 años, el 60% de las de 60 a 69 y el 80% de las de 70 a 79 años.
¿Quién y cuándo debe hacerse una densitometría ósea y quién y cuándo debe recibir tratamiento? Éste es el debate abierto, porque no es lo mismo realizar una densitometría a todas las mujeres menopáusicas (lo que se llama un cribado poblacional) y tratar todos los casos de osteoporosis e incluso algunos de osteopenia, que mantener una actitud más prudente.
"El clamor mediático, potenciado por el lucrativo mercado del medicamento, anima a las mujeres que inician su menopausia, hacia los 50 años y con un mínimo riesgo de fractura a medio plazo, a realizarse pruebas y a someterse a tratamientos, a menudo injustificados, prolongados y con efectos secundarios inciertos a largo plazo", alerta Pablo Alonso Coello, médico de familia del Centro Cochrane Iberoamericano, en Barcelona, y uno de los coordinadores de la Guía de práctica clínica sobre menopausia y posmenopausia.
El varapalo científico que recibió la terapia hormonal en 2002 significó una seria advertencia sobre los riesgos del uso masivo y prolongado de fármacos para los efectos de la menopausia. Lo que parecía la panacea resultó no serlo. Las hormonas cayeron en desgracia y esto ha dado paso a un boom comercial de los complementos de soja como nuevo remedio universal de la menopausia, junto con un auge de los fármacos para la osteoporosis.
Para muchos, sobran razones comerciales y faltan razones científicas en el enfoque de la osteoporosis, uno de los problemas de salud que generan mayor gasto sanitario. Aunque la pérdida de masa ósea y el riesgo de fractura por osteoporosis aumentan paulatinamente a partir de la menopausia, "el problema real de las fracturas de cadera y vertebrales se concentra en las mujeres de 80 y 70 años, respectivamente", dice el médico de familia Alberto López García-Franco, director técnico del Área Sanitaria IX (Leganés) del Servicio Madrileño de la Salud.
La cuestión es si hay que tratar a cientos de miles de mujeres durante 25 o 30 años para evitar una fractura a los 80 años. Para estos médicos, resulta desproporcionado y carece de justificación científica por el desconocimiento actual de la eficacia de los tratamientos preventivos en mujeres menores de 65 años y de los efectos secundarios de tratamientos tan largos.
Pero no todos ven así el problema. "Hay que tratar a todas las mujeres con osteoporosis", afirma el ginecólogo Santiago Palacios, director del Instituto Palacios, un centro privado de salud de la mujer, y presidente de la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM). En su opinión, "el objetivo es intentar prevenir la primera fractura por osteoporosis". Por eso, de entrada, recomienda una densitometría a todas las mujeres de 50 años, aunque las sociedades médicas desaconsejan el cribado antes de los 60.
La prevención universal tiene costes económicos y de salud. Así, para evitar una fractura de cadera en una mujer de 50 a 54 años hay que hacer una densitometría a 7.446 mujeres (cada prueba cuesta entre 20 y 30 euros) y tratar a 227 mujeres (unos 400 euros anuales por persona), mientras que para prevenir esa fractura en el tramo de edad de 70 a 74 años hay que hacer una densitometría a 254 mujeres y tratar a 51. El coste de una fractura de cadera es, según Palacios, de unos 16.000 euros.
"La osteoporosis está infradiagnosticada e infratratada", afirma Javier Ferrer, jefe de servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Central de Asturias, en Oviedo, y presidente electo de la AEEM. En su opinión, "hay que tratar todos los casos de osteoporosis diagnosticada", porque "ésta es actualmente la postura de las sociedades internacionales", aunque reconoce que esto está en revisión y podría cambiar pronto.
La idea, explica Ferrer, es desarrollar antes de cinco años un algoritmo matemático para calcular el riesgo individual de fractura (como existe, por ejemplo, para el infarto), ponderando todos los factores de riesgo: la densidad mineral ósea y la edad, que son los principales, pero también la delgadez extrema, la herencia, las fracturas previas y una larga lista de factores menores. "Esta ecuación nos indicará a quién hay que tratar y cuándo", afirma.
Mientras, el valor que se da a la densitometría es desproporcionado, a juicio de Alonso y López. "Se ha exagerado su trascendencia y, por tanto, la necesidad de que las mujeres se hagan densitometrías", indica el primero. "El dato de cuántas mujeres menores de 65 años tienen osteoporosis densitométrica no es importante, pues no se correlaciona con la incidencia de fracturas", añade López.
Estos dos médicos de familia, miembros del grupo de estudio de la mujer de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (SEMFYC), alertan de que se está produciendo un nuevo giro de tuerca en el tratamiento de la osteoporosis, extendiéndolo a las mujeres con osteopenia(el 42% de las mujers de 50-60 años). "Se está pasando de sugerir que podría existir un beneficio a afirmar que es necesario tratarlas, y las mujeres con osteopenia son ahora el objetivo de la especulación del mercado de la salud", afirma Pablo Alonso. "Y esta recomendación se hace con reanálisis de datos de ensayos clínicos, una estrategia muy cuestionable científicamente".
Por su parte, Javier Ferrer y Santiago Palacios reconocen que este debate está abierto en la comunidad médica y que la conveniencia de tratar o no a una mujer con osteopenia hay que evaluarla en función de la existencia de otros factores de riesgo.
Las actuales campañas de publicidad de la industria farmacéutica para tratar la osteopenia carecen de rigor científico, según Pablo Alonso y Alberto López, y obedecen más a estrategias de mercadotecnia que a razones científicas o de salud pública. "Dichas campañas", asegura Alonso, "confunden a propios y extraños, ya que no todos los médicos tienen el tiempo suficiente para analizar con rigor toda la información científica disponible, y muchas veces son en exceso permeables al aluvión de información seudocientífica que genera la propia industria".
La medicalización de la menopausia y de la osteoporosis ya ha sido denunciada por las principales revistas médicas. "Las compañías farmacéuticas han patrocinado reuniones en las que se definía la osteoporosis, financiado estudios sobre los tratamientos y desarrollado importantes vínculos económicos con destacados investigadores. Han creado y pagado a grupos de pacientes, fundaciones sobre la osteoporosis, campañas de publicidad dirigidas a los médicos (tanto sobre los fármacos como sobre la enfermedad) y lucrativos premios de periodismo sobre la osteoporosis", escribieron en el British Medical Journal (BMJ) Ray Moynihan, Iona Heath y David Henry hace ahora cuatro años.
¿Y qué pasa con el medio millón de hombres afectados? "Su menor cuota de mercado les ha relegado al anonimato", dice Alonso. "Pero tiempo al tiempo".
Riesgos mal entendidos


La osteoporosis es un factor de riesgo de fractura, y no una enfermedad. "Sólo cabría hablar de enfermedad cuando se producen fracturas", indica el médico de familia Alberto López. "La pérdida de densidad mineral ósea es un proceso fisiológico, aunque hay gente interesada en asociarlo con la enfermedad".
Muchas proclamas sobre la osteoporosis afirman que el 40% de las mujeres mayores de 50 años tendrán una fractura a lo largo de su vida. Pero este dato no es tan alarmante como parece, según Carlos Isasi, reumatólogo del hospital Puerta de Hierro, de Madrid, "porque esa fractura ocurrirá hacia los 80 años en la cadera y hacia los 74 en las vértebras".
Lo que importa para el diagnóstico y el tratamiento es, según López, el riesgo de fractura en los próximos 10 años. Obviamente, tiene más probabilidades de sufrir una fractura en el resto de su vida una mujer de 50 años (le quedan por vivir 35 o 40 años) que una de 80 años (le pueden quedar 5 o 10), pero el riesgo real de fractura es superior en las personas mayores. "Además", añade, "tampoco es cierto el dato del 40%, porque se refiere a Suecia. En España el porcentaje puede ser la mitad o la tercera parte de ese 40%".
Otro de los mensajes más persuasivos dice que el tratamiento reduce el riesgo de fractura a la mitad. Pero mostrar la efectividad de un tratamiento en términos relativos resulta engañoso, según Isasi. "En un conocido estudio, el tratamiento redujo la incidencia de fracturas del 2,2% al 1,1%. La reducción relativa es del 50%, ciertamente, pero en términos absolutos es del 1,1%. Es decir, tratando 100 mujeres se evitaría una fractura".